El nido


En una maceta, en la que un arbolito crece muy despacio, ha hecho un nido un pajarillo. En dos semanas que lleva el tiesto en este patio, ha puesto cuatro huevos. Paso de puntillas para no molestar a esa pajarita que se siente dueña de ese espacio y espero que vuelen por mi casa sus crías, porque su casa es la mía y no existen conflictos. Si las cacas manchan el suelo o picotean las flores del ciruelo, limpiaré los excrementos y respetaré su despensa vegetal porque ellos forman parte de este universo, como yo. Ellos tienen derecho a ser libres y a existir (Desiderata). 
Pero hay pájaros que sólo pueden estar entre rejas y esos no vuelan y ni siquiera saben poner huevos, los roban si acaso y destrozan los nidos. Desconozco cual es el nombre de mis nuevos vecinos y su procedencia, pero seguro que nos llevaremos
bien porque, en este lugar, todos defendemos la dignidad.

Lo que necesitamos


Creen algunos que todos necesitamos aplausos y oropeles, poder y riquezas. No saben cuanto se equivocan. Nos interesa mantener nuestra dignidad de ser humano, algo que ellos desconocen. Lo demuestran cada día anteponiendo su interés a sus obligaciones. No existe el estado cuando los que ese concepto conformamos nos convertimos en fantasmas, en piezas que mueven a su antojo poderosos o mercados. No seguiremos banderas ni cantaremos himnos si no comemos, porque los símbolos son mientras representan a las personas que les infieren su significado.
El pueblo necesita recuperar la normalidad, su vida cotidiana y el honor de ser personas. Alguien debería recordar, a los que no nos representan, que están para servirnos, no para sentirse importantes, porque no lo son. No, para muchos de nosotros.