La posibilidad de la escalera

Ya nadie sube o baja por la escalera blanca de la casa vieja. Ya nadie sueña en sus escalones. Nadie se sienta en su suelo frío. No se leen cartas en sus descansillos ni hay gato que ronronee bajo un rayo de sol que se cuele por el ventanillo. Pero me niego a creer que no existe la esperanza, la certeza del triunfo de la verdad sobre la mentira absurda de los que moran allá arriba. Me niego a desterrar la honradez, la dignidad o la justicia de los que esperan ascender sin ascensor. Es imposible que no pueda volver a descender por la escalera de la vida la posibilidad de perder o de ganar, de saber que te puedes caer y acabar en el escalón más bajo. No me digáis que no es preferible intentar subir de nuevo a estar eternamente en lo alto donde ni el rayo de sol llegará nunca porque siempre habrá una nube que le impida dar luz al tipo que  habita en su oscura y triste mentira. No me digáis que no es necesario perder alguna vez, saber perder, perder.

Adivinanza 1


En un mar de plata pasea una barca,
tras ella,
doscientos delfines comiendo la siguen.
En el horizonte un velero rojo se aleja,
de ella,
muy poquito a poco.
En la arena negra se extiende, se estira,
sobre ella,
la vieja sirena cubierta de niebla.
Y ella, tan bella, se cubre de arena, se viste de niebla, se sube al velero siguiendo al delfín hasta que este cuento termine por fin.
¿Y ella quién es?
 Adivínalo.

SOLUCIÓN
Y ella, que no era la ola o la luna.
El mundo o el sol.
El día o la noche.
La aurora... Pues no.
Y ella, que no era cielo ni era anochecer.
Ni playa u orilla, ni el amanecer.
Y no, no la brisa ¿mi hija? Pues no.
Y no es la vida, no el atardecer, ni otra vez la aurora.
                                                            Aunque pudo ser.
Y no fue la lluvia que mojó el velero sobre el medio día.
Delfines saltaban, ya niebla no había.
Las olas bañaban la arena donde ella dormía y,
   oculta en la tarde, desaparecía.
                        ¿Quién?
      La mañana.

La mano no quiere

A la mano le duele el golpe.
Al golpe le pesa el palo.
El palo se siente duro.
Duro es lo que te pasa.
Pasa de ello.
Ello te ata o te salva.
Salva tu vida.
Vida regala, vida que amas.
Amas igual hoy que mañana.
Mañana es otro.
Otro que sufre pero no mata.
         No mata, no ata, no.

Entre dos puertas

Entre dos puertas cabe mi mundo, mas tengo cuatro.
Entre las cuatro todos mis sueños y una escalera para alcanzarlos.
Por tres ventanas entra la calle, mas tengo siete.
Por esas siete recorro el mundo y por la reja, y solo hay una, trepo a la luna.
Tengo una casa llena de amor donde descanso y duermo segura.
Mas ya no tengo, me tengo yo.
Por cuatro puertas, siete ventanas, con una reja y solo una casa, mi vida pasa.
                                Mi vida ¿una?

                             

Palabra necesaria

En la terraza de tu mirada una palabra cuelga cansada y mustia.
La agita el aire de la mañana, fresco, azulado, límpido.
Revolotea, se riza y alza, mira hacia dentro en la laguna de tu ojo.
Reflejada en él se siente vieja, maltratada, ajada y quiere lanzarse al vacío de ese día que amanece joven.
Guiñas un ojo, aletea el párpado, y la palabra desciende, ya pluma blanca, a la comisura de tus labios, rojos, para pronunciarse renacida y gritarse. ¡Basta!

Alacenas del alma


En la alacena de esa pared de cal y años se colocó una caja llena de recortes que hablan de otro tiempo. No puedo alcanzarla, está muy alta, tampoco el bote de canicas que a su lado guarda los colores de mi infancia, también se alza a salvo de mis manos. Sentada frente a ella dudo en estirarme y levantar la tapa de esa caja de ayeres, en asomarme, a través de las bolas cristalinas al tiempo en que jugué con ellas en aquel patio bordado de manzanilla. No, desisto. Vuelvo a casa para  acariciar la vida sentada en mi rincón. A mi lado tres frascos de cristal que atesoro cargados de canicas alumbran el salón con sus destellos y un cuadro hecho de recortes dibuja un lugar en el que mi barco nunca llegó a atracar. Los recuerdos quedan en la alacena pero las ilusiones juguetean con las madejas de lana  de mi alma.

Me voy a nadar con las sirenas

Me voy a nadar con las sirenas. Al fondo de un mar de silencios. A rozar las algas luminosas, los corales. Me sumerjo para ascender a un mar de sal y olas saltarinas y me dejo llevar por las corriente para no pensar en otra cosa que en el agua. En lo que somos. En la vida. Luego retomaré con fuerza mis brazadas, determinante, valiente y decidida llegaré nadando a la orilla misma de esta playa, justo en el comienzo del ocaso. Esperaré que la luna me de un abrazo de bienvenida  y me dormiré entre las rocas y la arena, solo cubierta con un manto de estrellas. Sola y rendida. Dueña de mi vida.

La frontera

Hay sensaciones que solo se sienten en las casas vacías. Silencio húmedo. Ecos de pisadas. Un gato que se estira en el alféizar de la ventana y una araña que juega a ser reina de la noche colgada de una ajada viga del techo.
Allí hubo grano, allí un pernil se secó al frío antiguo de La Mancha. Detrás de la puerta un mandil raído colgaría de un clavo oxidado. Alacenas de cal, candiles de aceite, un susurro tras la cortina, un puchero sobre ceniza caliente.
Respiro un tiempo que no fue el mío y sin embargo lo reconozco.
Aquí nacieron. Aquí vivieron. Aquí escribieron el relato de su existencia. Yo no era uno de ellos, ahora tampoco y sin embargo formo parte de esta casa de alguna manera. No quiero ser de ella . No quiero oír estos silencios ni los pasos ni los ecos. Quiero la araña y el gato. Cojo una tiza y trazo una línea. Es una frontera. Hasta aquí de ellos, de los otros, desde aquí lo mío. Y entonces una sombra se cuela por la puerta, se carcajea y grita fueraaaaaa. Me asusta. Pienso. Recapacito.
Lo entiendo, yo no soy nadie, no puedo trazar los límites de la existencia. Hoy estoy aquí, mañana estará otro, pero el espacio que hoy piso y el que ocupó el candil, seguirá siendo el mismo a no ser que todo haya desaparecido. Me iré como ellos, la casa será destruída pero el espacio quedará para otra araña, otro gato y quizá otro yo, a no ser  que lo engulla un agujero negro.
Entonces me estiro todo lo larga que soy, que no es mucho, y vuelvo a sentir lo que se siente en las casas vacías. Eternidad.



La realidad

La realidad es un incendio que arrasa bosques y ciudades aquí y allá. La realidad es una tierra muerta de sed o desbordada por torrenteras y aluviones. Los polos se derriten, los volcanes escupen lava y el subsuelo se rompe esculpiendo la geografía urbana. El hombre llora o muere, salva su vida gracias a un perro que lo olisquea bajo los escombros o lo arrancan chamuscado de las llamas de su casa o de las aguas que han ahogado todos sus recuerdos. La realidad es una naturaleza que se ocupa de complicarnos la vida porque nosotros nos ocupamos de complicarle la vida a ella misma y a los demás. Cuándo aprenderemos lo importante, cuándo.

Si Gloria viviera o viviese

Sí Gloria viviera seguro que lo habría escrito ella. Como se fue lo escribo yo para ella, por todos:

Me voy a la luna. A la una.
Me cambio de mundo en solo un segundo.
Les rompo el compás:                                                                
-y tu más.
Les doy la tarjeta ¡Vaya jeta!
Les pongo a la cola del paro por ineptos, ladrones, falaces, faltones...
Me voy a la luna,volando. (Pero no a la de Valencia)
Me voy de este mundo y me fundo uno mas sano y mas justo.
Con menos disgustos.
¡qué gusto!
Me voy a la luna.
De una.                       

Responsabilidades

Soy responsable de mis hechos, de todo lo que de mi depende. Responsable de mis entradas y salidas, de las plantas que alimento con el agua que utilizo, responsablemente. También de mis palabras, las lanzo o las tiro, las canto o las declamo, mías son. Mío es lo que con ellas digo. Y lo soy de mi trabajo, de mi esfuerzo, de los resultados, siempre en la medida que dependen de mi responsabilidad. Lo soy de mis afectos. De todo eso me hago responsable y hasta de lo que debiera y no recuerdo. Soy desde muy pequeña tan responsable que a veces me duele. Pero, no  me hago responsable, ya no, de las responsabilidades y compromisos que no son míos. No, que ellos se ocupen y, si no lo hacen, tampoco me hago responsable de los problemas que ocasionen. Aquí queda dicho, el favor acaba siendo obligación y por último, castigo.

El cuarto de arriba

Llegó el otoño y me pongo a limpiar el cuarto de arriba. Sacudo y paso un paño, blanco muy blanco, para que se impregne del rojo polvo que dejó el verano. Con las ventanas abiertas el cielo se funde con la estancia, la cama recibe al sol y el espejo saluda a una nube que juguetea con la chimenea de enfrente. Me siento mirando al infinito que pestañea en lo alto de la lámpara, respiro una mota de perfume que desprende la cortina que mueve la brisa. Me gusta ser de aquí, de mi casa y de mi vida, pasar las estaciones y respirar tranquila, aquí y ahora. Pienso y en voz alta me oigo decir ¿independencia? Vivo en la república independiente de mi casa, lo demás, ganas de liarla.

Ser camino, canino

Me gusta caminar por los amaneceres del verano. Confundirme con el camino sin pensar en otra cosa que en ser. Ser ese ahora que es frescor mañanero, olores campestres, tierra o cielo. Olvidarme de lo urgente, de lo cotidiano o lo profundo, solo ser camino. Ir sobre y con la naturaleza y si toca pisar lo que el hombre ha creado, ser asfalto o adoquín.  Incluso podría ser pájaro o perro, cualquier alimaña, una planta, solo tiempo, solo ser el ahora con todo el universo mas..., me niego a ser mierda de perro. Podría admitir su canicidad y ser él, insisto, pero nunca el tipo que no recoge las heces de su chucho, a ese lo borro de mis amaneceres.

Hormigas

Un hormiguero humano anda como loco transportando las pocas cosas que necesita en su viaje.
Los que se odian y se matan transitan por las misma baldosas y se sientan en lugares cercanos a las puertas que los llevarán volando a los destinos donde su vida puede ser un infierno. Cada uno de esos grupos lleva los símbolos sobre su cuerpo, muestran al mundo lo que son y a los que no quieren. Se miran y se ignoran, no se hablan, tan oscuros y tristes y sin embargo no todos portan debajo de sus identidades ese odio. 
Los otros, los que vivimos fuera de esas convicciones que te atan y limitan los miramos preguntándonos ¿merece la pena? Y nos comemos una hamburguesa mirándolos ir y venir como si se tratara de una peli, pero no lo es.


Lobos

Hace mucho que sabemos, los que leemos cuentos, que los lobos son lobos, los conejos son conejos y los agujeros sirven para esconderse. Que si en un agujero cae un lobo y un conejo se acerca demasiado a él y presume de su suerte es fácil que resbale y caiga dentro y, entonces, ya se sabe.
Hace mucho tiempo que, los que leemos cuentos, no queremos otra cosa que cuidarnos de los lobos que acechan en los bosques del poder y que nos convencen con palabras seductoras de su amable amistad, de la puerta que abren con sus garras para cerrar después de un golpe con su cola de alimaña para comernos enteritos.
Hace mucho, mucho tiempo que, los que leemos, sabemos que los lobos de los cuentos son fantásticos y los de verdad son necesarios pero los del poder son devastadores y por eso hace mucho, mucho tiempo que no queremos parecernos a ellos, ni acercarnos, ni verlos.


Pintar la vida

Hace años escribía "si la realidad se pone gris, la pongo verde". Hoy muchos años después sigo sin saber hacerlo. Lo que parecía tal fácil con quince años ahora debe requerir unas dotes que, sin duda, no tengo. Sin embargo he aprendido que los días tienen mejor color si repites lo bueno. Que puede aparecer un arco iris si ves lo mejor en los demás. Que, si intentas pintar tu vida con el color que da la risa, aparecen motas de humor que al mezclarse con el gris se vuelven plateadas, del color de las estrellas. Así que "si la realidad se pone gris, brochazo". Creo que ya he conseguido un azul brillante y un rojo cereza. Y sigo... Mola.

Suma y sigue



Ni siquiera se cómo ha pasado ni cuánto tiempo ha transcurrido desde que estrené aquellos zapatitos de charol negro. No me voy a poner a contar cuántos zapatos he gastado en este aumentar de número ni cuántos kilos se han ido sumando a mi cintura. Tampoco me voy a poner estupenda con eso de que por dentro me sigo viendo como antes. No. Hoy me visto por los pies y nada ni nadie consigue restar peso a mis ilusiones.


En el límite de la ausencia



Ni siquiera se cómo ha pasado ni cuánto tiempo ha transcurrido desde que estrené aquellos zapatitos de charol negro. No me voy a poner a contar cuántos zapatos he gastado en este aumentar de número ni cuántos kilos se han ido sumando a mi cintura. Tampoco me voy a poner estupenda con eso de que por dentro me sigo viendo como antes. No. Hoy me visto por los pies y nada ni nadie consigue restar peso a mis ilusiones.


Será que sobrepaso con mucho los cincuenta



Nunca deberíamos permitirnos sufrir por los daños que pretenden causarnos la estupidez o la ambición de esos seres aburridos y medrosos, esos “donnosequés” que sólo son una mentira que crece porque se van subiendo en nuestros hombros. Cuánto sufrimiento inútil si te tocó estar cerca de ellos. Por eso hoy, de vuelta del pasado, he quemado algunos recuerdos en el hueco que dejó la herida que se hizo crónica hasta que sanó, en algún momento,  con el bálsamo de una continua indiferencia hacia ellos, esos seres de nada, esos nadas, esos. Esos que vuelven pero que ya no veo. Si toca sufrir, que no sea por ellos.

Doler el alma

Cuando no hay esperanza el dolor ya no duele. No duele porque no hay vida. La esperanza te da la valentía suficiente para seguir, si no hay esperanza te gana la cobardía y triunfa la rendición. El dolor no duele porque tu eres el dolor, ni vives ni sueñas. Cuando no hay esperanza la luz ha volado del día y por ti lo prefieres pues sólo deseas estar a oscuras, en la profundidad de una tristeza que sostiene la no vida que llevas. Cuando no hay esperanza la vida es la de los otros, una película que no entiendes. Yo conozco gente así y me duele su tristeza y la siento y me lamento por no ser capaz de regalarle un pellizco de luz, una posible solución que devuelva el dolor a su alma y comience a sentir que algo se mueve y agita su ¿vida? Daría tanto por eso. Daría tanto



Heladas

Hay heladas que queman la planta que quieres pero olvidaste al raso. Hay hechos que te dejan helada.  Hay personas con corazones de hielo y hay hielos perpetuos que se deshacen porque no nos ocupamos de mantenerlos congelados para siempre. Y si, nos quedaremos helados cuando los hielos se derritan y este planeta al que tanto debemos nos abrase o nos ahogue. Una planta que muere a manos del frío de la noche es como un planeta que muere por el frío de nuestra desidia, la de todos y más la de ellos, hombres de hielo. Hoy miro estos árboles pintados de escarcha que nos darán sombra cuando llegue el estío. Hoy admiro su belleza helada y espero que sigan mucho tiempo ahí, sobre la tierra.